Los traumatismos craneoencefálicos (TCE) constituyen una de las principales causas de daño cerebral adquirido (DCA). Los TCE se refieren a daño en el tejido cerebral provocado por agente mecánico externo.
Los TCEs representan un importante problema sanitario y suponen la causa más común de discapacidad entre adultos jóvenes. La causa más importante de TCEs, con diferencia, son los accidentes de tráfico, seguido por caídas y lesiones deportivas. Si bien, los accidentes domésticos y laborales, atropellos o agresiones también se encuentran entre las posibles causas de TCE.
Clasificación
Según su gravedad, los TCE pueden clasificarse en:
- TCE Leve: son los más frecuentes. En este caso, no suele darse pérdida de conciencia y, si la hay, no supera los minutos posteriores a la contusión. La mayoría de las personas que sufren TCE leve se recupera de forma completa en los días o semanas posteriores al evento aunque, en otros casos, pueden persistir quejas cognitivas en atención o memoria, dolor de cabeza, alteración del sueño, problemas conductuales como apatía o irritabilidad o emocionales como ansiedad.
- TCE Moderado: en estos casos, el paciente puede sufrir pérdida de conocimiento mayor de 30 minutos e inferior a las 24 horas o encontrarse en estado letárgico. Las personas que sufren un TCE moderado requieren hospitalización y pueden precisar de intervención quirúrgica. Es frecuente la existencia de un periodo de amnesia post-traumática déficit posteriores como fatiga, mareos, cefalea o alteraciones cognitivas.
- TCE Grave: en estos casos, la persona está en estado de coma, con incapacidad para seguir órdenes o abrir los ojos. El periodo de pérdida de conciencia puede ser variables y mayor de un día. Las personas que sufren TCE grave requieren ingreso en las Unidades de Cuidados Intensivos y la toma de medidas urgentes para garantizar su estabilidad respiratoria. La recuperación es prolongada y generalmente incompleta y las secuelas pueden ser de diversa índole.
Tipos
El daño ocasionado por un TCE puede ser primario o secundario. El daño primario está relacionado con el mecanismo desarrollado durante el traumatismo, es inmediato y no puede prevenirse porque ha ocurrido antes de recibir atención médica. Este daño puede darse por un TCE cerrado en el que daño se produce por el impacto directo (y contragolpe) del cerebro contra el cráneo y el corte o desgarro de estructuras por la fuerza de rotación o rebote. Las áreas cerebrales más sensibles a este tipo de lesiones son los lóbulos frontales y temporales. El daño primario también poder ser originado por un TCE penetrante. En estos casos, el cráneo es perforado o por algún elemento que lesiona estructuras cerebrales.
El daño secundario puede producirse como consecuencia de hemorragias subdurales o epidurales que producen un aumento de la presión intracraneal, de crisis epilépticas, aparición de edema, o bien por complicaciones sistémicas con el decremento de la hipertensión, hipoxia o hipertermia.
Consecuencias
Las consecuencias de los TCE pueden ser muy variadas. Una de las primeras es la pérdida de conciencia que, además, se usa como indicador de la gravedad del TCE.
También pueden existir secuelas físicas (en movilidad o articulación del lenguaje), sensoriales (pérdida total o parcial de la visión, audición…) cognitivas (problemas de abstracción, trastornos de memoria o aprendizaje entre otros), conductuales (problemas en regulación de la conducta, desinhibición…) o emocionales (síntomas depresivos, baja tolerancia a la frustración…)
Tratamiento
El tratamiento de los TCEs puede darse en tres niveles: prehospitalario, intrahospitalario y post-hospitalario.
El manejo prehospitalario incluye los primeros auxilios además de manejo de la oxigenación y tensión arterial e hiperventilación. En cuanto al tratamiento hospitalario, puede requerir la intervención neuroquirúrgica, la monitorización de la presión intracraneal o la terapia nutricional. El manejo post-hospitalario dependerá de las secuelas y, en muchas ocasiones requerirá un abordaje multidisciplinar a través de la intervención precoz, intensiva, e individualizada con distintos profesionales de la neuropsicología, psicología clínica, fisioterapia, logopedia, nutrición, o terapia ocupacional.